La Prehistoria
Los primeros indicios de asentamientos de población en el Indostán nos remiten hacia el año 2500 a.C., gracias a los restos de ciudades excavados en el valle del Indo (Pakistán) y en el estado indio de Gujarat, sin prejuicio de que abundantes reliquias megalíticas halladas en todo el país dan testimonio de culturas prehistóricas en tiempos precedentes.
Pero son los vestigios de las ciudades de Mohenhodaro y Harappa, principalmente, los que permiten identificar una Cultura del Indo cuyas urbes poseyeron una avanzada planificación que incluyó estanques, desagües, talleres de artesanos, almacenes de grano y pórticos de columnas.
Hacia el año 1500 a. de C. unos pueblos procedentes del Beluchistán acabaron con la incipiente civilización del Indo, para ser derrotados, al parecer en un breve lapso de tiempo, por las primeras invasiones arias que, llegadas probablemente desde Turquía o las planicies de Irán, supusieron la aparición de una cultura indoeuropea con una lengua y una religiosidad diferentes a las que hasta entonces se habían desarrollado.
La venida de estos pueblos de origen europeo no explica el origen de la población del sur de India, de raza y lenguas dravidias sin el menor parentesco con los arios, y que alguna hipótesis atribuye a una migración marítima desde Australia por la misma época.
Pero son estos pueblos arios quienes introducen la base de la civilización india actual, con unas tradiciones sagradas, los puranas, antecesoras directas de los libros védicos, un sistema de castas y una lengua, el sánscrito, que es madre del hindi que hoy se habla en la mayor parte del territorio.
Los arios pronto se desparramaron por toda la India y llegaron a dominar gran parte del subcontinente. El primer rey indio del que se tiene constancia es Sudas.
Los primeros reinos.
Durante los siglos VI y V a.de C. el Punjab y el valle del Indo estuvieron bajo el Imperio Persa de Darío el Grande, mientras que en el resto de la India florecían pequeños reinos. El más importante de éstos era Maghada, al mando del monarca Bimbisara y con su capital, Pataliputra, en la actual Patna, al nordeste, mientras que Kasi (Benarés) era otra de sus ciudades más conocidas.
Hacia el año 563 a.C. nace en Lumbini el príncipe Gautama, cuya doctrina, el budismo, iba a extenderse pronto por toda la India.
En el 326 a.C. llega casi hasta las puertas de Nueva Delhi Alejandro Magno al mando de su ejército, pero con la retirada y muerte del macedonio, sus generales se reparten su legado en pequeñas satrapías, y en las más orientales, las más cercanas a la India, surge la cultura budista Gandhara, que, sobre todo en escultura y bajorrelieves, nos ha dejado importantes obras en las que se fusiona al arte heleno con el autóctono.
El Imperio de Asoka
Asoka, que llega al trono de un reino de la India central hacia el 270 a.C., es una de las figuras fundamentales de la historia india. Sus famosos edictos en piedra han dejado un importante testimonio rupestre de sus leyes, con pilares erigidos en lugares tan distantes entre sí como Delhi, Orissa, Gujarat, Sarnat o Sanchi. Uno de ellos, adornado con cuatro magníficos leones y la rueda del budismo, se ha convertido en el escudo de la moderna Unión India.
Asoka se convirtió al budismo, doctrina que difundió por todo su imperio y otros puntos de Asia, adonde envió misioneros, y gobernó sobre la casi totalidad del Indostán, pero a su muerte sus hijos se repartieron el reino y la dinastía Maurya desapareció hacia el 184 a.C.
Los gupta. Ajanta y Ellora.
A principios del siglo IV irrumpe la dinastía Gupta. Chandragupta II conquista todo el norte y la llanura central de la India. Las artes conocen una edad de oro durante los gupta, cuyo poder se extendería hasta el siglo VII. Es la época del arte rupestre de Ajanta y Ellora y del florecimiento de Sanchi. Con la caída de esta dinastía, el budismo empieza a decaer como principal religión en el subcontinente y el panteón hinduísta toma de nuevo el relevo.
Las invasiones de los hunos provocan otra vez la ruptura del Indostán en decenas de pequeños reinos rivales y éste es el panorama que se encuentran los árabes cuando llegan por primera vez al oeste de la India, precisamente en el mismo año, el 711, en que alcanzan su punto de expansión más occidental: España, aunque un siglo antes las naves del califa Omar ya habían atacado las costas malabares.
La llegada del Islam.
Tras las huestes del jeque Al Quasim, que conquista la región de Sind, las siguientes oleadas islámicas que devastarían la India occidental estarían formadas por jinetes persas y turcos. Uno de sus caudillos, Mahmud de Gazna, reinó en el siglo XI sobre un imperio desde el Caspio hasta el Punjab. Hacia el año 1040, los turcos selúcidas establecieron un reino con capital en Lahore (Pakistán), donde florecieron notablemente el arte y la cultura persa y afgana.
En 1192 el caudillo de una dinastía turco-afgana, Mohamed de Ghor, derrotó a la alianza del rey hindú Prithvi y estableció el legendario Sultanato de Delhi, que extendió por toda la llanura del Ganges la llama del Islam.
Las correrías de estos invasores y fanáticos religiosos son la causa de que hoy no queden apenas templos hinduístas de cierta antigüedad en el norte de la India.
Durante los siglos XIV, XV y XVI diversas dinastías musulmanas se turnan al mando del Sultanato de Delhi, siempre en lucha con los reinos hinduístas del sur y del Rajastán, los rajputs. Los Lodi destacan por su impulso otorgado al arte, y sus tumbas pueden admirarse en un hermoso jardín de Nueva Delhi que lleva el nombre de esta dinastía.
Entre los reinos hindúes del sur destacó la dinastía Hoysala, artífices de los grandiosos templos de Halebid y Belur entre los siglos XI y XIV, y sobre todo el fabuloso reino Vijayanagar, con capital en Hampi, ciudad que en el siglo XV llegó a tener una guarnición de un millón de soldados y medio millón de habitantes. Con los Hoysala el arte indio, sobre todo la escultura religiosa –de una sofisticación casi barroca-, alcanza su máximo esplendor.
Los mogoles.
En 1526, el caudillo mogol Babur -descendiente de Gengis Khan y de Tamerlán- vence en Panipat a Ibrahim Lodi, acaba con la dinastía y comienza la época de los mogoles en la India.
Sus descendientes, Humayun y Akbar, fueron poco a poco conquistando la mayor parte de los territorios de la India que habían escapado al control del Sultanato de Delhi.
Con Akbar (1556-1605) la India vive uno de sus momentos más gloriosos. Practicó una política de tolerancia hacia las otras religiones que le granjeó el apoyo de hinduístas y jainitas, al tiempo que puso en práctica la vieja noción india del emperador universal y favoreció considerablemente el desarrollo de las ciencias y las letras.
Con la conquista de Gujarat, al este, y Bengala, ambos bajo soberanos musulmanes, Akbar legó a su hijo Jehangir en 1605 un territorio que abarcaba desde Kabul hasta casi la actual Hyderabad -en el sur- y desde la costa de Gujarat hasta lo que hoy es Bangla Desh. Desde los tiempos del legendario Asoka nadie había reinado sobre tal vasto territorio en la India. Shah Jahan (1627-1658), nieto de Akbar, conquistó los territorios de los sultanatos del Decán, en el sur, y amplió aún más el Imperio Mogol. Junto con su abuelo, ha sido uno de los grandes constructores de la India. Si aquél edificó la fantástica ciudad de Fatehpur Sikri, Jahan es el emperador romántico que mandó erigir el Taj Mahal en Agra en recuerdo de Mumtaz, su amada muerta. Shah Jahan murió encerrado precisamente frente al Taj, por su hijo, el malvado emperador Aurangzeb (1658-1707), quien deshizo toda la obra de Akbar y acabó con cualquier tipo de tolerancia religiosa, además de iniciar el camino para el desmembramiento del imperio. A su muerte, los caudillos hindúes Marathas, que controlaban pequeños enclaves sometidos al emperador, se rebelaron y poco a poco fueron creando pequeños reinos independientes que formaron una confederación, mientras que en el norte los persas saqueaban Delhi y los afganos llegaron a instituir un reino con capital en esta sufrida ciudad.
Los colonizadores europeos. El Imperio Británico.
La aparición de los británicos en la que más tarde fue la Joya de la Corona se produjo con el establecimiento de la Compañía de las Indias Orientales en Bengala en 1757, si bien desde el siglo XVII ya existían enclaves comerciales británicos en Surat, en la costa occidental, en Madrás, Bombay y Calcuta, mientras que los portugueses ya controlaban el estado de Goa desde la llegada de Albuquerque en el siglo XVI.
Aprovechando las sublevaciones marathas y rajputs contra el emperador Mogol y con el pretexto de contrarrestar el poder de franceses y holandeses en la región, la Compañía de las Indias fue a lo largo de los siglos XVIII y XIX arrebatando mediante pactos o por la fuerza mayor cuota de poder y territorio a sucesivos emperadores de paja.
En 1857, después de aplastar la rebelión de los cipayos –las tropas indígenas al servicio de la Compañía-, el Gobierno de Gran Bretaña pasa a controlar directamente el poder en la India y en pocos años pasa a dominar todo el continente, tras derrotar en dos campañas las ansias independentistas de los sikhs. Al contrario que otros colonizadores, los británicos sólo contemplaron la India como un lugar para hacer dinero merced a sus grandes riquezas y apenas interfirieron en la vida social y religiosa. Su eficiencia comercial impulsó la producción de té, café, algodón, seda, piedras preciosas, hierro, carbón, especias o maderas. Además, construyeron importantes proyectos de irrigación y establecieron una magnífica red ferroviaria. También, por supuesto, fijaron una eficaz administración del Estado.
En los primeros años del siglo XX, el Partido del Congreso -fundado para reclamar una mayor autonomía de las instituciones indias- comenzó la lucha por la independencia, con la aparición de la figura más carismática del Indostán: Mohandas Gandhi, quien se compromete definitivamente con la idea de la independencia tras la matanza de Amritsar en 1919, cuando el ejército británico masacró a unos 400 sikhs que se manifestaban pacíficamente.
La India independiente.
Gandhi, el «Mahatma» o «Gran Alma», extendió por toda la India la necesidad de la lucha pacífica y la resistencia pasiva contra Gran Bretaña hasta lograr la emancipación, hecho que logró después de varios periodos de encarcelamiento el 14 de agosto de 1947.
El 30 de enero de 1948 Gandhi fue asesinado por un fundamentalista hindú contrariado por su doctrina de no violencia y amor hacia los miembros de otras confesiones.
Sin embargo, la India independiente nació herida, ya que la Liga Musulmana, al mando de Mohamed Alí Jinnah, contrario a una India dominada por la mayoría hindú, unió a millones de musulmanes para crear Pakistán, “país de los puros».
Así, el Indostán queda dividido entre India y Pakistán Occidental y Oriental, que años más tarde se independizaría para formar Bangla Desh. La disputa por los territorios y el odio religioso entre musulmanes e hindúes originaron millones de muertos durante la independencia y son todavía causa de muchos enfrentamientos que hoy en día se dan entre ambas comunidades, para no hablar de las tres guerras habidas entre India y Pakistán, dos (en 1948 y 1965) por la disputada región de Cachemira, de mayoría musulmana, pero cedida a la India por el Maharajá en 1947, y una tercera, en 1971, por la segregación de Bangla Desh, movimiento que la India favoreció.
Además, India sufrió una derrota en una corta guerra contra China en 1962, conflicto en el que perdió franjas territoriales en Ladhak y Sikkim. Un año antes, el Gobierno se había anexionado de forma pacífica los territorios portugueses de Goa, Damán y Diu.
La India ha sido una democracia desde su nacimiento y en la mayoría de las elecciones ha resultado ganador el Partido del Congreso, liderado hasta tiempos recientes por la familia de otro padre de la independencia: Jawarharlal Nerhu, padre de Indira Gandhi –asesinada por sus guardaespaldas sikhs en 1984- y abuelo de Rajiv Gandhi, también asesinado durante la campaña electoral de 1991.
En los últimos años, sin embargo, el Congreso se ha visto derrotado en varias ocasiones y el actual primer ministro, Atal Behari Vajpayee, pertenece al partido ultrahinduísta Baratiya Janata, que gobierna en una inestable coalición.
En tiempos recientes India se ha visto sacudida por los conflictos étnicos, los más importantes, entre los sikhs del Punjab que hasta principios de los 90 reclamaban un estado libre –en una disputa violenta hoy terminada- y, en Cachemira, donde todavía hoy Ejército y guerrillas partidarias de la unión con Pakistán se enfrentan a diario, cerrando prácticamente la preciosa región al turismo y manteniendo siempre a ambos países al borde de la guerra.
Además, en las conflictivas regiones del nordeste: Assam, Tripura, Megalaya, etcétera, actúan guerrillas separatistas en conflictos que también suelen mantener el área cerrada al turismo.
Los problemas más graves que afronta la India actual son la superpoblación y el odio entre hindúes y musulmanes. Con una población de mil millones de habitantes, cada diez años el censo aumenta en 300 millones, por lo que aproximadamente en el 2030 la India -si sigue a este ritmo- habrá doblado la población y serán… ¡2.000 millones de personas!, lo que constituirá una situación desastrosa.
MANU KAUR
26/09/2015 at 05:05
Buenas,
Esta información está actualizada?, cuando fue la última vez?.
Gracias