La Basílica de Santa María la Mayor es una de las 4 mayores basílicas de Roma, y conocida también como Basilica di Santa Maria Maggiore, Basílica di Santa María della Neve y Basilica Liberiana. Fue edificada sobre un antiguo templo pagano de Cibeles y es -junto a Santa Sabina- la que conserva la planta basilical y una estructura paleocristiana primitiva. Este edificio permite apreciar diversos estilos arquitectónicos, como por ejemplo barroco, paleocristiano y de la contrarreforma.
Con el regreso de los Papas a Roma luego de finalizado el papado de Avignon, esta basílica se transformó en un Palacio de residencia temporal de los Papas, debido al estado lamentable en que se encontraba por aquel entonces el Palacio de Letrán. Posteriormente la residencia papal se instaló en el Vaticano.
La Capilla Sixtina se ubica en la nave de la derecha y fue erigida con la finalidad de sepultar en ella al Papa Sixto V. Sobre el lado derecho de la fachada se puede visitar el monumento conmemorativo de la masacre protestante que tuvo lugar el día de San Bartolomé, cuya construcción fue dispuesta por el Papa Clemente VIII. Sin embargo, el transcurso del tiempo ah hecho mella en esta Basílica, afectada por el calor y la humedad, por lo que se llevan a cabo actualmente, diversos trabajos de restauración.
Destacan especialmente en ella el monumento funerario del Papa Clemente IX (1671); Busto de Costanzo Patrizi por Algardi; los frescos de la sacristía por Passignano y Giuseppe Puglia; San Cayetano sosteniendo al Niño Santo, obra de Bernini; los frescos de la capilla paulina, por Guido Reni, entre otros.
Merece la pena además visitar, debajo del santuario de la Basílica, la cripta de Belén que alberga los restos de importantes personajes de la historia católica. En el altar se encuentra resguardada una cuna que se dice es la que se utilizó en el nacimiento de Jesús. En el año 1538 celebró su primer misa allí, San Ignacio de Loyola, quien posteriormente creara la llamada Compañía de Jesús. En ese mismo sitio fueron enterrados los restos de San Jerónimo, quien en el siglo IV tradujera la Biblia al latín; además de Gian Lorenzo Bernini.