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Texolo y sus espectaculares cascadas

Un autobús te deja en una pendiente en la que termina el camino. De ahí se miran unas casas antiguas y una bardita, baja, como de un metro de alto
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Un autobús te deja en una pendiente en la que termina el camino. De ahí se miran unas casas antiguas y una bardita, baja, como de un metro de alto. Caminas hacia allá y de pronto… una cascada.

La cascada de Texolo está a tres kilómetros de la cabecera municipal del municipio veracruzano de Xico y el lugar es relativamente poco frecuentado. Las únicas muestras de civilización son un restaurante y los edificios de la compañía eléctrica que utilizan las caídas de agua para generar energía.

Un puente curvo, que cuelga a unos 200 metros del fondo de la barranca y que medirá no más de 40 metros, parece retar a una estructura de fierro retorcida que a su lado amenaza con caerse pronto; conduce a un segundo mirador que permite contemplar el “Velo de novia”, una cascada mucho menor que surge de un escurrimiento de la pared de la montaña.

Plantas y más plantas, mucha vegetación, suelo perennemente mojado, y en algunas partes resbaloso, son el escenario de un espectáculo natural como pocos.

Si el cansancio y el clima lo permiten, es posible dar una vuelta recorriendo las miles de veredas (creo no exagerar) que lo conducen a uno a perderse todo un día. Por supuesto, es recomendable no hacerlo sin compañía (o un guía, quizás); no porque su gente fuera de cuidado —es Veracruz, ¡hombre!, por supuesto que la gente es un placer– , más bien es porque hay acantilados y “trampas” naturales que a más de uno le han hecho pasar una mala tarde.

Es posible bajar hasta el río e internarse en una cueva por la que entra el río, y jugar un poco al espeleólogo, mientras sea posible, hasta que el agua lo permita. Una vez de regreso en los miradores, el calor y el cansancio estarán a flor de piel, y nada como comer en el único restorancito que está allí, el de doña Lucy que le preparará un plato mucho muy sabroso.

Quizás prefiera visitar primero la cascada y luego darse una vuelta por el pueblo que, de orígenes prehispánicos, ostenta sus raíces totonaca, tolteca, tlaxcalteca y azteca.

Techos de teja ennegrecida por el tiempo, por el sol y el hollín, una que otra Jacaranda, y por supuesto mucho, mucho… mucho café. Cada casa que da a la calle principal ostenta más o menos el mismo letrero: Toritos a 7. El Torito, una bebida no para cualquiera, es algo entre aguardiente y licor. Una señora te ofrece una prueba que le hace a uno una “raspa” en la garganta. Pero luego de la segunda “pruebita”, como que te animas y te llevas una botellita.

Para llegar a las cascadas es preciso salir de Xalapa con rumbo al pueblo de Coatepec, 18 kilómetros más adelante hay una desviación que conduce a Xico.

Por Ernesto de la Cueva

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