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Everest. Dos caras de la altitud

Desde Khumbu, en el Nepal, es una pirámide negra con franjas doradas. No se asienta la nieve en ella. Sobresale sobre las altas cumbres vecinas
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Desde Khumbu, en el Nepal, es una pirámide negra con franjas doradas. No se asienta la nieve en ella. Sobresale sobre las altas cumbres vecinas, cubiertas en buena parte de hielo pese a sus tajos. Es el viento de la gran altitud el que barre, por encima de las culminaciones habituales del Himalaya, todo lo que no esté fuertemente amarrado a la tierra y desnuda la montaña más elevada del mundo.

Desde Rongbuk, en el Tíbet, es como un gran pájaro de roca con las alas desplegadas, igualmente oscuro con franjas doradas. Un cuerpo central, con escarpes y repisas se va afilando desde la base hacia la pirámide de la cumbre. Dos grandes grietas verticales lo separan de sus alas extendidas, surcadas por líneas blancas que se cruzan formando rombos, trazos de hielo acuñado en las fisuras de la diosa de piedra. Hay por ambos lados del Everest un carácter original, de dimensión, de forma, de roca, de dureza, de prestigio, que diferencia esta montaña de todas las restantes.

Por debajo de la pirámide de Khumbu se abre un silencioso, alto y cegador circo glaciar. Se derrama el hielo acumulado en él por una angostura hacia la base meridional del pico. Salva la fuerte pendiente formando una cascada luminosa donde el glaciar rompe su continuidad, se cuartea y abre en grietas, se despedaza en ingentes bloques de hielo inestables que caminan, cabecean, basculan, se desmoronan, cerrando y abriendo grietas, cambiando de lugar y de fisonomía.

Desde el collado Norte, en cambio, desciende el hielo en volutas por la empinada vertiente nororiental, se remansa en un rellano colgado a 6.500 m. de altitud bajo el Chang-Tsé, sólo recorrido por el viento y el frío, como un cristal traslúcido limpio de nieve, se asoma a la misteriosa ladera oriental, mira hacia la gran torre acastillada del Makalu y serpentea en su descenso paulatino por el laberinto solitario de los altos valles septentrionales.

Se aplaca la atormentada forma de la cascada de seracs en los rellanos basales del sur, donde se apacigua el flujo de la lengua y se instalan los campamentos de las expediciones que, por lo común, siguen la vía normal al Everest o, menos frecuentemente, otras que arrancan de esta vertiente nepalí, como su exigente arista occidental. Empieza el hielo a cubrirse de rocas sueltas; el agua de algún regato de fusión inicia su curso; pináculos cónicos de hielo vidriado sobresalen de la supeficie de modo aislado o en pequeños grupos.

Al norte, se reunen varias lenguas glaciares en los valles que tienden a su confluencia en Rongbuk. Entre ellas, a lo largo de su contacto, se forman líneas superficiales continuas de piedras oscuras, morrenas medianas que contrastan con la blancura y las roturas de bloques de las bandas de hielo vivo. Estos bloques brillantes de varias decenas de metros de altos se vuelven paulatinamente piramidales, se aíslan entre sí en bosques de conos esbeltos separados por laberínticas fisuras, perdiendo su materia en la atmósfera extremadamente seca, cubriendo su contorno de una piel cristalina de rehielo, rugosa, aparentemente rezumante, plagada de brillos. Al avanzar la primavera la fusión va creando charcas y lagunas blanquecinas al pie de los pináculos, con una insegura costra helada, que se adelgaza y vuelve verdosa conforme avanzan los días.

Ambos glaciares, a norte y sur, se transforman hacia abajo en lenguas cubiertas por detritus rocosos hasta su terminación, encajadas entre muros morrénicos escalonados, construidos en sus diversas etapas de avances y estabilidades. Se alejan así sus frentes de la montaña y descienden a cotas donde ya finaliza su progresión. Al sur se abren los llanos ganaderos de Periche en un cinturón elegante de montañas. Al norte las terrazas de gravas se extienden hacia el árido paisaje del exterior de la cordillera, rebasando la colina del más alto monasterio de la tierra. Hasta mediados de los años ochenta la gran pirámide, la diosa helada, era una torre remota tanto desde el sur como desde el norte, lo que le concedía el misterio de lo que exige un largo camino, de lo que requiere la entrada en reinos solitarios. La mercantilización de las montañas ha llegado también aquí; con ella, es más fácil su acceso, pero es cada vez más difícil escuchar su secreto.

Cómo llegar: A Khumbu, desde Kathmandú (Nepal) y a Rongbuk desde Lhasa (Tíbet). Recomiendo recorrer a pie el viejo itinerario del Nepal a Khumbu y hacer el trayecto íntegro por carretera desde la capital del Tíbet al Monasterio de Rongbuk.

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